La doctrina del don de San Agustín de Hipona

No es mi intención hacer una exposicion exhaustiva en este artículo de toda la doctrina agustiniana sobre el don, puesto que en
su obra aparecen infinidad de sugerencias de gran interés sobre este punto que, por consiguiente, merecen ser estudiadas en una investigación más amplia. El propósito de estas líneas no es otro que apuntar brevemente la importancia que el don tiene en la obra de Agustín de Hipona desde una consideración metafísica, determinando en primer lugar la importancia del mismo y en segundo, sus peculiaridades, o, dicho de otro modo, su extensión e intención.

Sobre cuatro obras de Mauricio Beuchot

Cuatro libros que en su conjunto constituyen una valiosa contribución al estudio de importantes temas de lógica, metafísica y filosofía del lenguaje. Beuchot es un conocido investigador mexicano que, desde su posición aristotélico-tomista, trabaja con asiduidad en campos filosóficos como los mencionados en constante diálogo con la filosofía analítica contemporánea, siendo así su labor filosófica un exponente más de la profunda convergencia entre sendos estilos de filosofar: el escolástico y el analítico. Por su parte, Walter Redmond es un conocido historiador de la lógica, reputado entre los mejores -siendo también propiciador de fecundos diálogos filosóficos entre representantes de corrientes variadas.

Nuestra voluntad es «de Dios»

Los primeros principios -tanto especulativos como prácticosson la moción divina de las facultades espirituales, y son también
la más alta expresión o «imagen» de la participación del Ser divino en nosotros. Ellos actúan como el «corazón» del entendimiento y de la voluntad pero, a su vez, son actuados en nosotros, como el corazón es movido por el Cosmos. Son principios inmóviles de movimiento por medio de los cuales nos damos nuestro pensar y querer; pero llevan la justificación o fundamentación de nuestra naturaleza intelectual más allá y «fuera» de sí misma: hasta Dios.

El deseo y el amor, en San Agustín

La concepción agustiniana del amor descansa en tres presupuestos fundamentales: primero, Dios es el Bien supremo; segundo, el Bien supremo es el fin del hombre; tercero, definición del amor: nihil aliud est amare quam propter se ipsam rem aliquam appetere. Por otro lado, dos son las condiciones del amor verdadero: primera, por el lado del objeto, el amor es verdadero si está ordenado, es decir, si el hombre ama el Bien supremo que es su fin; segunda, por el lado del sujeto, el amor es verdadero si el hombre ama el Bien supremo como fin (propter se), no como medio (propter aliud). Si el amor cumple estas dos condiciones es amor rectus, es amor castus, es amor Dei. Si no las cumple es amor adulter, es amor sui.

Número 99

Año 38 | 1989 Artículos El deseo y el amor, en San Agustín Joan Pegueroles Nuestra voluntad es “de Dios” Santiago Fernández Burillo Sobre la “Metafísica del bien y del mal” Tomás Melendo Notas y documentos Sobre cuatro obras de Mauricio Beuchot...