La luz de la Encíclica «Humanae Vitae»
La vasta resonancia de la Encíclica <
La vasta resonancia de la Encíclica <
El planteamiento de esta interesante cuestión podría abordarse de varias maneras. Una de ellas consistiría en examinar primero el problema de un modo general; y después, a modo de aplicación de esta primera solución, examinar si el caso del pensamiento mítico, metafísico y de análisis de la experiencia, cae o no cae bajo la solución general dada antes.
El 28, 29 y 30 de agosto de 1968 se tuvo en el Centro de Estudios Filosóficos de Gallarate (Milan) la XXXIII Asamblea, en que se propuso como tema: <
Es sin duda conveniente que dediquemos algo de atención a un reciente libro que sobre teología mariana acaba de publicar el Rvdo. P. Antonio Royo Marín, O. P.
Acabo de leer Cuestiones de Propaganda Religiosa a la luz del Concilio Vaticano II, por el P. Francisco Segarra, por la Editorial Casals, de Barcelona. Aunque parece que vio la luz mediado ya el año, no ha llegado hasta hace poco a mis manos, sin duda porque ha gozado de escasa publicidad. Y la merece, porque es un libro interesantísimo. Aparte de la autoridad que le otorga el nombre del autor, que ha sido durante muchos años profesor de Teología en uno de los Colegios ‘Máximos de la Compañía de Jesús, su lectura pone de relieve que el P. Segarra ha leído todo lo que se ha escrito acerca de la «Declaración del Concilio Vaticano II sobre la Libertad Religiosa», pues a todos los escritos alude, de todos se ocupa y expone con una claridad meridiana el pensamiento del Concilio sobre esa Declaración.
En un opúsculo recientemente publicado, Cuestiones sobre propaganda religiosa a la luz del Vaticano II, hemos tenido frecuentemente ocasión de subrayar el gran bien que es para una nación católica su «Unidad religiosa», y por tanto defenderla y conservarla.
El fin de la vida no es la felicidad (le bonheur). Todo, en el mundo, es demasiado pequeño para nuestro anhelo. «Basta mirar alrededor para darse cuenta de que el hombre no ha sido hecho para ser feliz.»
Uno de los rasgos más fundamentales del pensamiento humano, desde su primer despertar, es que no puede ser lo que es más que rebasándose a sí mismo más allá de lo que en un momento dado parece ser, es decir, el problema de la trascendencia.
La revista Evangelische Komentare, en su primer número de este afio, acaba de comunicar la siguiente nota escueta: <
¿Quién causó más estragos a la Iglesia de los primeros siglos, Nerón o Juliano Apóstata? El primero perseguía a muerte, derramando sangre; el segundo cerraba las escuelas.
Jaime Balmes opinaba que el segundo.