P. Ramón Puigrefagut Paré, S.I. (1895-1964)
El Instituto Filosófico de Balmesiana ha sufrido una de las más sensibles pérdidas con la muerte de nuestro querido e insigne colaborador, Rdo. P. Ramón Puigrefagut Paré, S. I.
El Instituto Filosófico de Balmesiana ha sufrido una de las más sensibles pérdidas con la muerte de nuestro querido e insigne colaborador, Rdo. P. Ramón Puigrefagut Paré, S. I.
Al formular el enunciado: La inseguridad del hombre moderno, en la problemática del pensamiento, espontáneamente ocurrirá a no pocos una pregunta sobre el enunciado mismo: ¿hay inseguridad en el pensamiento del hombre moderno?
No nos maravillaría que más de un lector curiosease estas páginas para enterarse de qué queremos significar con la pregunta con que encabezamos este trabajito. Es lógico que llame la atención. No puede negarse que tiene sabor de paradoja.
Es cosa obvia que desde la más remota antigüedad la atención de la ciencia de los cielos se haya dirigido preferentemente hacia los cuerpos celestes más cercanos y familiares a los hombres, tomando esta última palabra en su sentido literal, en cuanto que forman en la Tierra una verdadera familia unida por vínculos especiales de mutuo influjo; desde la primera página de la Biblia se habla del Sol y la Luna como luminarias destinadas a alumbrar nuestros días y noches, y en cuanto a los otros planetas, donde la mitología primitiva vio personificados a sus dioses, se les atribuían influencias nacidas de la fantasía y misticismo de sus adoradores, y por muy evidentemente que conste hoy su falsedad a la luz de la ciencia seria, no deja de estar arraigada hasta nuestros mismos días en la mente de la humanidad crédula y todavía primitiva como antaño.
La condició de les realitats corporals (i més profundament, de tota realitat finita) és de naturalesa «medial»: l’esperit es comporta, a llur respecte, en una «indiferencia dominant». Per aixo, la condició de l’esperit en el món (la condició de l’home) és «incorporació-segregació»; el Regne de Déu, que «no consisteix en el menjar i el beure», consisteix, no obstant, en «donar menjar a qui té fam i beure a qui té set»; per aixo la «consecratio mundi» (elevació de la natura en ofrena a Déu) té .Hoc segons la dialecth:a del «llevat» o la «sal», els quals cal que es barregin amb la massa fins a fer una sola cosa amb ella, pero cal, igualment, que no perdin per aixo llur virtualitat propia: ja que per res no servirien, en endavant, sinó por ésser llern;ats a fora i trepitjats pels homes (2).
Nuestro último Editorial tenía un título semejante al actual: «Sin Filosofía». Decíamos que hay en los hechos una lógica interna que no se pliega a la voluntad de los hombres; que precisamente por ello iban abocados a disminuir en sumo grado, hasta parecer a veces que se suprime, la enseñanza y estudio de la Filosofía en la formación del sacerdote. Señalábamos cuáles eran fundamentalmente los hechos que movidos por esta lógica interna, desembocan en tan lamentable resultado: que desoyeron constantemente la voz de la Santa Sede, que bajo mil formas distintas y en mil ocasiones diversas, ha encargado que se forme al futuro sacerdote con la «Sapientia Aquinatis», para tomar la frase del inmortal León XIII en 1879 en la «Aeterni Patris»; es decir, no precisamente para estrechar la puerta y «pedir más de lo que la Iglesia pide para entrar» como si todo el asunto estuviera centrado en tesis discutibles, sino en el acervo de la tradición inconmovible, como recordaba Pío XI en su «Studiorum ducem» de 1925; o bien, tomando aquel conjunto firme y estable de la Filosofía «nostris tradita scholis» en frase del inolvidable Pío XII en su «Humani Generis» de 1950, Filosofía cuyo núcleo fundamental, inconmovible y cierto, hay que distinguir cuidadosamente de todo lo que son aportaciones complementarias, cuestiones discutibles, puntos de un ulterior y posible perfeccionamiento que no destruye lo anterior, sino que lo completa.