Sobre Flannery O’ Connor. Una reseña

El hábito del ser. Con este extraño título se publican alrededor de un millar de cartas de Flannery O’Connor (1925-1964), la gran escritora católica del Sur de Estados Unidos (nace en Savannah, Georgia). Me ha parecido que la mejor presentación de este libro sería ofrecer una selección de textos que nos diesen a conocer los distintos aspectos de su personalidad como católica y como escritora.

El orden del mundo y su explicación analógica en Aristóteles

El pensamiento de Aristóteles parte de la experiencia cotidiana que nos mues tra el orden (táxis), la existencia de las cosas o individuos sensibles y de su permanencia más allá de los incesantes cambios, sin que tenga sentido dudar de lo que experimentamos. Es ridículo intentar demostrar lo que estamos viendo y se equivocan los que descuidan los hechos de la experiencia (empeiría o epagogé). La experiencia muestra aspectos de la realidad con claridad y evidencia, y por eso toda explicación debe coincidir en la medida de lo posible con los hechos observados. La existencia de la naturaleza y de su movimiento ordenado es así un hecho indudable, en primer lugar porque tenemos experiencias claras y evidentes, y en segundo lugar porque incluso dudar de que exista el movimiento significa ya admitirlo en tanto que el pensar es ya un movimiento.

La vida es un bien: Para una fundamentación metafísica de la dignidad de la vida

Otra pregunta habría que hacerse previamente: «¿Qué es la vida?». Segismundo se respondía que «una ilusión, una sombra y una ficción», añadiendo como conclusión… «Y el mayor bien es pequeño». Así sería, en efecto, si la vida no fuera sino un sueño que hiciera creer un bien lo que no es sino sombra fugaz. Mas, ¡qué sueño es éste, al que nos aferramos con tanta fuerza! ¡Qué sueño, a cuyo servicio ponemos nuestro trabajo, nuestra actividad, nuestros sentimientos! ¿No será entonces la vida nuestro mayor bien?

Sobre el concepto de naturaleza en el personalismo

El objetivo de este texto es intentar determinar la noción de naturaleza que usa la filosofía personalista. La meta es ciertamente difícil porque este concepto es central en la filosofía y, por tanto, incorpora en su misma estructura una enorme tradición de pensamiento. Además, dada la alergia que la filosofía tiene a la univocidad, existen numerosísimos conceptos de naturaleza, dificultad que no se resuelve acudiendo al lenguaje común sino que más bien se agiganta. Pensemos, por ejemplo, en expresiones como «es natural que sea así», «la naturaleza humana», «naturaleza y gracia», «es de buena naturaleza», «un producto natural», «de naturaleza material», «hay que proteger la naturaleza» que, dentro de una cierta comunidad de significado, apuntan a realidades bastante diversas. Resulta imprescindible, por tanto, delimitar más estrictamente el objetivo de estas páginas para no pecar de pretenciosos y, puesto que no es posible definir unívocamente el concepto de naturaleza, parece que lo más adecuado es identificar sus sentidos principales y establecer la posición del personalismo con respecto a ellos.

El misterio en la vida y en la obra de Santo Tomás de Aquino

En los cerca de los veinticinco años que estuvo Santo Tomás preparando sus obras, como indica Santiago Ramírez: «Escribió 891 lecciones sobre los libros de Aristóteles, 803 lecciones sobre la Sagrada Escritura, 850 capítulos sobre los Evangelios en la Catena Aurea, 463 capítulo en la Summa contra Gentiles, 2.991 artículos sobre el Maestro de las Sentencias, unos 1.200 capítulos en multitud de opúsculos de diversa índole, 510 artículos en las Cuestiones disputadas, 260 artículos en las Cuestiones de Quodlibet y 2.652 artículos en la Suma Teológica, con la solución de más de 10.000 argumentos. En la edición de Parma (Parma, Fiaccaddori, 1852-1873) ocupan 25 volúmenes en folio, y en la parisiense de Fretté 43 volúmenes en cuarto mayor a dos columnas. Una verdadera enciclopedia. Todo se encuentra en sus obras: desde la gramática hasta la metafísica, desde la homilética hasta la exégesis, desde la liturgia hasta la mística, desde la casuística hasta la dogmática más encumbrada».

¿Es la existencia un predicado real? Una nueva dilucidación fenomenológica de los fundamentos metafísicos del argumento ontológico

El argumento ontológico de la existencia de Dios, formulado inicialmente por Anselmo de Canterbury en la segunda mitad del siglo XI y examinado y discutido desde entonces por los más grandes pensadores de todos los tiempos, pone de relieve y compendia admirablemente los más graves y profundos problemas del pensar metafísico. Por ello, pronunciarse ante la validez de este célebre argumento es, eo ipso, pronunciarse ante la fuerza y valor de las tesis más hondas y señaladas de la Metafísica. De ahí que, a nuestro juicio, el examen y análisis de este argumento constituya una excelente introducción al estudio de los problemas más relevantes y significativos del saber metafísico. Aceptar o recusar la validez del argumento anselmiano determinará, por ejemplo, la peculiar posición que se adopte ante el problema del ser, la diversa relación entre esencia y existencia en los diferentes tipos de entes, la peculiar cognoscibilidad de una y otra en cada caso, la relación entre pensar y ser y posibilidad y realidad, la distinción categorial fundamental entre ser contingente y ser necesario, etcétera.

Antonio Millán-Puelles: el filósofo y «su» obra: Teoría del objeto puro

Antonio Millán-Puelles, uno de los mejores filósofos españoles del siglo XX falleció en Madrid el pasado 22 de marzo a la edad de 84 años. Un amigo y un discípulo, que tiene una inmensa deuda de gratitud hacia este gran hombre y filósofo, aunque escriba in memoriam no puede limitarse a hablar sólo de su persona, sin mencionar algo de su obra y pensamiento. No sería justo. De su persona lo más importante quedará sin decir: su calidad humana, su vida cristiana, su dedicación a la familia y a la enseñanza, el amor a su esposa María Josefa, a sus hijos y nietos, su nobleza y lealtad a los amigos… todo aquello que lo hacía ser un gran hombre. El presente artículo se limita a su condición de filósofo. Y para ello presenta su biografía y currículum académico, indaga en los autores y escuelas que han influido en su pensamiento, describe su peculiar estilo y talante filosóficos y determina sus intereses temáticos. Han sido «convocados» a este artículo-homenaje un buen número de amigos y colegas de «Don Antonio».

Mínima Kierkegaardiana

K. se llama a sí mismo poeta del ideal cristiano y espía al servicio de Dios. Pero la cualidad que mejor le define es el anhelo de eternidad, como él mismo confiesa en varios pasajes de El punto de vista de mi actividad como escritor. «Dios […] me ha enseñado a anhelar la eternidad y a no temer que pudiera hallarla cansada […]. Sólo soy feliz en el pensamiento de la eternidad, porque lo temporal no es ni será nunca el elemento del espíritu.» La obra autobiogáfica termina con estas líneas: «El autor históricamente murió de una enfermedad mortal, pero poéticamente murió de anhelo de eternidad (aus Sehnsucht nach der Ewigkeit)».

Número 132

Año 54 | 2005 Artículos Mínima Kierkegaardiana Joan Pegueroles Antonio Millán-Puelles: el filósofo y “su” obra: Teoría del objeto puro Jesús Villagrasa Lasaga ¿Es la existencia un predicado real? Una nueva dilucidación fenomenológica de los fundamentos...