La tolerancia en santo Tomás de Aquino

Autor:

Ezequiel Téllez Maqueo

Localización:

Espíritu: cuadernos del Instituto Filosófico de Balmesiana, ISSN 0014-0716, Año 57, Nº. 137 (ene-dic), 2008, págs. 161-172

Idioma:

Español

Introducción:

Basilio de Cesarea cuenta de un campesino sencillo y sin letras pero de una fe inquebrantable llamado Barlaam –nacido al igual que el propio doctor griego en Cesarea de Capadocia– quien se hizo célebre porque en la persecución romana contra las cristianos decretada por el emperador Diocleciano en 303, después de haberle hecho pasar los guardias por la cárcel, el escarnio, los azotes y el potro sin una sola queja, fue llevado a rastras ante una estatua de Júpiter para obligarle a que hiciera un sacrificio al “padre de los dioses”. Ante la negativa del procesado, los guardias extendieron a viva fuerza su brazo para que la mano estuviese justamente encima de las llamas y le pusieron incienso en la palma, de modo que si Barlaam hacia el menor movimiento, el incienso caería sobre las brasas, como si ofreciese un sacrificio, lo que significaría su liberación. Y aunque tal movimiento instintivo de la mano ante el fuego no hubiese sido considerado un acto de idolatría, Barlaam mantuvo firme su mano, con lo que la llama del fuego fue subiendo al tiempo que consumió su mano y así se quemó el incienso, pero el corazón del hombre siguió impertérrito. Al final el fuego quemó por completo a Barlaam. San Basilio compuso un poema a la mano de Barlaam y a su victoria sobre el fuego.

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