La science de l’Ipsum Esse subsistens

En el siglo xiii, la cuestión de la ciencia divina se centraba en el problema de su extensión, es decir, en la justificación de la omnisciencia divina. Puesto que Dios conoce a las criaturas conociéndose a sí mismo como su causa, todos convienen en reconocer un vínculo entre la extensión de la ciencia divina y la de la causalidad divina. Ahora bien, dado que el efecto propio de la causalidad divina es el ser, solo la concepción tomasiana del ser como un acto intensivo, “acto de actos”, permite fundamentar la universalidad de la causalidad divina y, en consecuencia, la omnisciencia.