La tensión entre las dos ciudadesel análisis de San Agustín y su validez actual

Según Posidio, al final de su vida, en la estrechez del sitio de Hipona, San Agustín repetía esta frase, variante al parecer de otra de Plotino. Con esas palabras, tanto el Filósofo como el Obispo aludían a la inconsecuencia lógica de maravillarse de la caducidad del mundo y sus cambios. Puede ser que no sea muy lógico extrañarse de la contingencia, pero ciertamente es muy frecuente –quizás nos pasa a todos, quizás les pasaba también a ellos y sus frases no eran sino una vía de consuelo-. Y nos pasa sobre todo cuando nos toca vivir un tiempo de intensos cambios, una era convulsa, como también le tocó a San Agustín: vemos que muchas cosas se caen a trozos, a veces cosas muy queridas, y podemos tener la tentación del pesimismo y la desesperanza. Pero esto, como indica MacIntyre, son lujos culturales que no nos están permitidos en el tiempo presente. Más bien debemos analizar bien las cosas, distinguir lo esencial de lo accesorio y descubrir las causas de los cambios para poder pensar en alguna solución ante lo que, en ocasiones, parece el hundimiento.