por Miguel Ángel Belmonte Sánchez | 156-2018
En este artículo se intenta mostrar la conexión entre la prudencia política y la naturaleza en una perspectiva aristotélico-tomista. Se desarrollan los diferentes aspectos en los que la prudencia política encuentra en la naturaleza una maestra, guía o modelo. Para destacar la originalidad del planteamiento aristotélico-tomista, se seleccionan y comentan unos pasajes de Maquiavelo y Kant donde se muestra cómo el pensamiento político moderno no solo olvidó el concepto clásico de prudencia sino que también desvirtuó el concepto de naturaleza en su relación con la política. Por el contrario, la tradición aristotélica y tomista permite establecer diversas conexiones entre el orden de lo natural y el de lo político-prudencial. Entre tales conexiones, destacan tres: la consideración acerca del orden de las inclinaciones naturales, especialmente la inclinación a la vida familiar, social y política; la aplicación a la reflexión política del principio según el cual el arte imita a la naturaleza; el principio de realismo político según el cual la política no crea a los hombres sino que los toma de la naturaleza. Por último, se escogen varios pasajes del De Regno en que se confirma el sentido en que a la naturaleza se le puede adjudicar un papel indirecto de maestra de la prudencia política.
por Miguel Ángel Belmonte Sánchez | 149-2015
En la cuestión 57 de la Prima Secundae, cuestión dedicada a los hábitos intelectuales, Santo Tomás comienza demostrando la naturaleza virtuosa de los mismos (art. 1). Después presenta los hábitos intelectuales especulativos —sabiduría, ciencia y entendimiento— (art. 2) y el hábito intelectual práctico del arte (art. 3). Los otros tres artículos que componen esta cuestión
los dedica el Aquinate a la prudencia. En concreto, comienza por distinguirla del arte, recta ratio factibilium, donde importa la perfección de la obra exterior realizada —factio est actus transiens in exteriorem materiam— mientras que la prudencia se ocupa de la praxis, donde el acto permanece en el propio agente —agere autem est actus permanens in ipso agente— (art. 4). Es en el artículo quinto, dedicado ya en exclusiva a la prudencia, donde afirma que la prudencia es virtud máximamente necesaria para la vida humana mientras que el artículo sexto y último de esta cuestión lo dedica Santo Tomás a las partes potenciales –eubulia, synesis, gnome— a las que dedicará también la cuestión 51 de la Secunda Secundae, en medio del tratado sobre la prudencia que se extiende desde la cuestión 48 a la 56.
por Miguel Ángel Belmonte Sánchez | 144-2012
San Agustín expone en las Retractationes de modo inequívoco no sólo la intención que le llevó a escribir los veintidós libros De civitate Dei sino concretamente con qué intención particular escribió cada una de las principales secciones de esta “obra ingente”, como él mismo la califica. Y el primero de los grandes bloques –los primeros cinco libros– lo escribió con ánimo de refutar la tesis según la cual el culto pagano tradicional a una multitud de dioses trae prosperidad mientras que la dejación de tal culto todo tipo de males temporales. Esta intención explícita de los primeros cinco libros es la que más directamente coincide con la intención general de toda la obra: defender la religión cristiana de una acusación blasfema, una acusación formulada con especial virulencia y encono, la acusación de ser la culpable de la desastrosa caída y saqueo de Roma a manos de los godos de Alarico.
por Miguel Ángel Belmonte Sánchez | 142-2011
Con ocasión del primer centenario del nacimiento de Jaime Balmes, el insigne Marcelino Menéndez y Pelayo gozó de la oportunidad de clausurarlo con un especial énfasis en el carácter polifacético de la vida del sacerdote catalán, poniendo el acento en la prudente combinación de especulación y vida práctica:
«Balmes, que en ciencias sociales tuvo intuiciones y presentimientos que rayan con el genio, no era un político meramente especulativo: era también un gran ciudadano, que intervino con su dirección y su consejo en los más arduos negocios de su tiempo, y ejerció cierta especie de suave dominio sobre muy nobles y cultivadas inteligencias…»
por Miguel Ángel Belmonte Sánchez | 139-2010
La presencia en la lengua castellana del término persona y personalidad, formados a partir del latín persona (‘máscara de autor’, ‘personaje teatral’), data de finales del siglo XI y principios del XII. Se trata inicialmente de un cultismo cada vez más frecuente y popularizado desde finales de la Edad media. También se produce, como en otras lenguas hispánicas, una gramaticalización del término persona en su acepción de ‘uno’ y ‘gente’.