Pedro Font Puig y la filosofía de la educación en las tareas de la Sociedad Española de Pedagogía

Tal vez no podamos afirmar de modo categórico que la Pedagogía haya sido una ciencia totalmente olvidada en testos años de nuestra postguerra; no nos atreveríamos tampoco a formular un juicio sobre el mayor o menor abandono en que los cultivadores de las ciencias del espíritu han dejado esta disciplina; lo que si debemos expresar, pues la evidencia de nuestra aseveración está en el ánimo de todos, es que la Pedagogía en general, tomada como Ciencia o como arte ha permanecido en un modestísimo segundo plano como si llevara en su seno alguna tara vergonzante que la impidiera colocarse al nivel explendoroso del resurgir general del saber español.

Los estudios de Filosofía en la Universidad Pontificia Salmantina

Uno de los más destacados cultivadores de la Filosofía, entre los numerosos pensadores que tuvo la fortuna de albergar Barcelona en los señeros e inolvidables días del XXXV Congreso Eucarístico Internacional, es el Rvdo. P. Misionero del Corazón de María, Dr. Augusto Andrés Ortega, Profesor de la Univervidad Pontificia Salmantina, que en su infatigable actividad de publicista y conferenciante, está llevando por todas partes el aliento vivificador de aquellas aulas.

Claudio Colomer Marqués y la Escuela Oficial de Periodismo en Barcelona

En el medio ambiente de las altas especulaciones espirituales y aun bajando un escalón considerable, en el de cualquiera de las multiformes actividades intelectuales, suele ser mirado el periodista como un divulgador de menor cuantía a quien, no obstante, se envidia por su agilidad expositiva así como por su audacia en abordar los más dispares temas a la vista de todos.

El Padre Lombardi y su cruzada para un mundo mejor

Cuando en nuestros balbuceos filosóficos nos preguntábamos si realmente era el nuestro el mejor de los mundos posibles,
según afimaba el optimismo leibniziano, en el que existe el mínimum del mal necesario para la persistencia indefinida del máximun del bien, no encontrábamos nunca la respuesta categórica y convincente, pues un importuno distingo nos mantenía tan alejados de la afirmación como de la negación.