por M. de Guzmán | 001-1952
Tal vez no podamos afirmar de modo categórico que la Pedagogía haya sido una ciencia totalmente olvidada en testos años de nuestra postguerra; no nos atreveríamos tampoco a formular un juicio sobre el mayor o menor abandono en que los cultivadores de las ciencias del espíritu han dejado esta disciplina; lo que si debemos expresar, pues la evidencia de nuestra aseveración está en el ánimo de todos, es que la Pedagogía en general, tomada como Ciencia o como arte ha permanecido en un modestísimo segundo plano como si llevara en su seno alguna tara vergonzante que la impidiera colocarse al nivel explendoroso del resurgir general del saber español.
por M. de Guzmán | 002-1952
Deseando presentar a nuestros lectores el relieve más acusado de la hora actual, encuadrándolo en el perfil significativo de esta sección, nos hemos dirigido al Seminario Diocesano, llevados por el imperativo común hoy a todos los sectores de la vida ciudadana.
por M. de Guzmán | 003-1952
Uno de los más destacados cultivadores de la Filosofía, entre los numerosos pensadores que tuvo la fortuna de albergar Barcelona en los señeros e inolvidables días del XXXV Congreso Eucarístico Internacional, es el Rvdo. P. Misionero del Corazón de María, Dr. Augusto Andrés Ortega, Profesor de la Univervidad Pontificia Salmantina, que en su infatigable actividad de publicista y conferenciante, está llevando por todas partes el aliento vivificador de aquellas aulas.
por M. de Guzman | 005-1953
Entre el gran número de especialistas con que cuenta la Pediatría en España, el Congreso nacional viene a ser como una prestigiosa institución.
por M. de Guzmán | 006-1953
En el medio ambiente de las altas especulaciones espirituales y aun bajando un escalón considerable, en el de cualquiera de las multiformes actividades intelectuales, suele ser mirado el periodista como un divulgador de menor cuantía a quien, no obstante, se envidia por su agilidad expositiva así como por su audacia en abordar los más dispares temas a la vista de todos.
por M. de Guzmán | 007-1953
Cuando en nuestros balbuceos filosóficos nos preguntábamos si realmente era el nuestro el mejor de los mundos posibles,
según afimaba el optimismo leibniziano, en el que existe el mínimum del mal necesario para la persistencia indefinida del máximun del bien, no encontrábamos nunca la respuesta categórica y convincente, pues un importuno distingo nos mantenía tan alejados de la afirmación como de la negación.
por M. de Guzmán | 009-1954
En una ciudad de tan intensa vida cultural como la nuestra existe un buen número de instituciones, cada una con su característica peculiar y su propia fisonomía, pero todas con él denominador común de una inquietud que apunta siempre hacia los problemas del espíritu.