Libre albedrío, libertad y necesidad en la filosofía cristiana

La idea de libertad es tan antigua como el pensamiento cristiano mismo. Este término, como otros términos filosóficos, adquirieron pronto un lugar propio en el pensamiento cristiano. Dios crea al hombre con la capacidad de preescribirse sus propias leyes. La libertad pertenece al hombre por el hecho de ser razonable, y se expresa por la posibilidad que tiene de elegir. Dios deja al hombre libre al elegir su propio destino final de felicidad o miseria eternas. Basten dos ejemplos de pensadores cristianos en los que vemos cómo los términos libertad, razón y capacidad de elegir van unidos.

Personalismes actuals i persona en Sant Tomàs

Darrerament vivim, especialment en el camp de les aportacions intellectuals, uns moments de forta afirmació del divergent, del plural. Sembla com si el pluralisme de significacions s’hagués convertit en una característica dels nostres habits de pensament. Fins i tot !’apología de l’efímer, el pensament debil o la multiplicitat dels discursos se’ns donen coma components essencials de l’anomenat home postmodern que es troba cada vegada més abocat al risc de la indiferencia. En tots els ambits de pensament existeix una consciencia fragmentada, com si es donés una mena de sincretisme de visions.

De unione corporis et spiritus

El opúsculo De unione corporis et spiritus de Hugo de San Víctor es una obra breve pero de una riqueza filosófica y teológica sorprendente. Es esta una de las razones que nos indujeron a traducir la obra que presentamos, que permanecía todavía inédita en nuestro idioma.

El hábito de estudio en el decreto de reforma de los estudios eclesiásticos de filosofía

Santo Tomás de Aquino sitúa los actos de conocimiento y amor personales en la consideración de la persona como realidad fundamentada en el ser. Toda persona se siente un ser cerrado en sí mismo, inmanente e incomunicable, portador de su propio ser, solo en sus propias decisiones; un ser que asume su propia existencia como una excepción original a la nada. Por otro lado, nuestra inteligencia nos reclama la posesión del ser, de cualquier ser, nuestro ser íntimo, el exterior a nosotros mismos, incluso el de Dios. Nuestra voluntad nos hace señores de nuestra propia actividad y nos ofrece un mundo enorme de posibilidades en las cuales nuestro ser se da a los otros. Pero nuevamente cuanto más se abre la persona y sale de sí misma mayor se vuelve la conciencia de su incomunicabilidad. La persona debe ser considerada metafísicamente como un ente individual, concreto, completo y compuesto.