La religiosidad de Occidente en este final del siglo XX

El camino del hombre es la temporalidad; el final, la eternidad. Peregrino del Absoluto, «mientras se le otorga el tiempo» (Gal 6,10), lleva en el corazón una inquietud insaciable, que le exige dar una respuesta sobre el sentido de la marcha. Esta necesidad es más apremiante en algunos momentos del camino, donde encuentra piedras milenarias que le exigen un alto, como acontece ahora cuando ya se aproxima a la alta cordillera que divide y enlaza dos siglos. El caminante necesita saber de dónde viene, a dónde va, qué está haciendo y por qué lo hace. Si descifra su origen y su destino, tiene ya aclarada la cuestión radical de quién es, y qué lugar ocupa en el mundo.

Ancianidad y contemplación

Con mi cordial saludo quiero deciros desde el principio el núcleo de mi conferencia, de modo análogo a como ya es usual en los periódicos que dan un resumen del contenido en letras más gruesas en las primeras líneas de un trabajo. El lector apresurado aunque sólo lea estas líneas, ya tiene la noticia. Me propongo presentaros una nueva perspectiva de considerar y vivir la ancianidad. Esta etapa de la vida es la etapa de la plenitud en el nivel de interioridad y espiritualidad. Es preciso vivirla íntegramente: mientras el cuerpo se debilita, el espíritu se robustece. Los dos palabras, ancianidad y contemplación, nos invitan a penetrar en las sendas misteriosas de lo humano.

Ancianidad y contemplación. (II)

La cultura de occidente se nutrió de estas dos fuentes, la clásica y la bíblica para dar sentido a la vida humana. Las duras etapas por las que ha atravesado en los dos milenios de su existencia explica el que haya prestado mayor atención a las calamidades de la vida que no a las posibilidades de realización. El pesimismo es una constante acerca de la realidad de lo humano.

Josef Pieper y el humanismo tomista

Josef Pieper ha llegado al final de su fecunda existencia el 6 de noviembre de 1997 en Münster en Westfalia. Deja tras sí una larga estela de admiración, de reconocimiento, tanto a su persona cuanto a su ingente producción literaria. El homenaje que le han tributado sus discípulos en el año 1994, al cruzar el umbral de los 90 años, ha sido elocuente. Más de 600 intelectuales de todos los continentes se daban cita en Münster para venerar a un maestro. Le han admirado sobre todo los jóvenes que perciben la miseria de la cultura presente y la urgencia de dar respuesta a los retos que plantea el tercer milenio a las puertas.

Senderos abiertos hacia el nuevo humanismo

El tema del hombre goza de la máxima actualidad, resulta inevitable, retorna con vigor inusitado en este umbral del tercer milenio cristiano. Como si fuera un problema mal planteado y por ello no resuelto ahora se propone como nuevo. Se trata del nuevo humanismo. Ninguno de los problemas de fondo en la cultura actual suscita tanto interés, remueve tan a fondo las aguas de la cultura. En el pasado septiembre, con ocasión del jubileo de las Universidades, se difundía la noticia de la celebración, casi simultánea de unos 60 Congresos, todos ellos de algún modo en torno al tema del humanismo cristiano. La mayor parte encontraba su lugar natural en Roma. Juan Pablo II, promotor de esta reflexión, en la sesión conjunta de las diversas Universidades, en el aula luminosa de Pablo VI, rodeado de no menos de 300 rectores y con la presencia de unos diez mil profesores venidos de todos los ángulos culturales del planeta, interrogaba sagazmente, “¿qué tipo de hombre propone hoy la universidad?”. Y por enésima vez volvía a invitar a todos a la colaboración para lograr “un nuevo humanismo, que sea auténtico e integral”.