Memoria de las actividades académicas
El curso 2008-2009 fue el septuagésimo de la historia de la Fundación Balmesiana, y de su recorrido quedarán para la memoria hechos bien significativos que conviene recordar.
El curso 2008-2009 fue el septuagésimo de la historia de la Fundación Balmesiana, y de su recorrido quedarán para la memoria hechos bien significativos que conviene recordar.
El 7 de febrero de 2009 fallecía en Barcelona el profesor Francisco Canals, miembro emérito de la Pontificia Academia de Santo Tomás, después de una larga y fecunda vida dedicada al estudio y la enseñanza, principalmente del pensamiento del Doctor Común de la Iglesia.
A propósito del documento de la Comisión Teológica Internacional, “En busca de una Оtica universal. Nueva mirada sobre la ley natural”. Por la extensión, se observar que no tenemos otra pretensión que la de un primer contacto con un documento que está llamado a tener una gran repercusión en la reflexión sobre la naturaleza moral de nuestra existencia humana.
La encíclica Humanae vitae, alrededor de la cual gira este solemne Acto, es un documento de la mayor importancia, porque asienta de manera terminante las posiciones de la Iglesia respecto de dos conceptos humanos esenciales, como lo son el del “amor conyugal” (nn. 8-9) y el de la “paternidad responsable” (n. 10). No aludiré aquí al valor histórico trascendental que tiene esta encíclica, del ambiente en el que se redactó, ni a sus consecuencias e interpretaciones.
En esta comunicación nos proponemos esclarecer la noción de virtud a partir de la metafísica tomista del esse. Por eso nuestra reflexión partirá de los textos mismos del Aquinate. Aunque un estudio histórico crítico de las fuentes y de la evolución de los conceptos de virtud y de virtus essendi en santo Tomás seguramente ayudaría a tener una perspectiva más amplia, nos excusamos de tomar esta vía aquí pues ello exigiría un desarrollo mayor del que podemos realizar en esta sede.
Desde sus orígenes, la teoría sociológica se ha encontrado sumergida en el reto de definir un objeto propio de estudio. Tras casi doscientos años de existencia, los grandes teóricos han sido incapaces de consensuar qué se está estudiando. Ello muestra la debilidad de esta disciplina sobre otras ciencias sociales. Debido al ambiente en que nació la sociología, y su aspiración a ser una ciencia positiva que superara la vieja metafísica escolástica, se rechazó la máxima aristotélica de que el hombre es un animal social por naturaleza.
La discusión en torno a la distinción entre hechos y valores ha impregnado la evolución de las ciencias sociales contemporáneas. Un hito insoslayable en tal cuestión es la metodología científica propuesta y aplicada a principios del siglo pasado por Max Weber. Su armonización entre los conceptos de Wertfreiheit y Wertbeziehung queda sintetizada en afirmaciones como esta: “La ciencia empírica no es capaz de enseñar a nadie lo que debe, sino sólo lo que puede y –en ciertas circunstancias– lo que quiere”.
Recuerdo cuando era estudiante universitario que cada sábado me reunía con unos amigos para jugar una partida de dados, aprovechando la ocasión para hablar de filosofía. El resultado de cada lanzamiento de dados era, sin duda, al azar, y así lo testimoniaba la falta de regularidad; de no ser así, pronto hubiéramos abandonado nuestras partidas. Sin embargo, el carácter azaroso de nuestro juego permitía que le dedicáramos un buen rato a la conversación; más aún, a repetir nuestros encuentros –ahora sí– con regularidad.
En esta comunicación nos proponemos esclarecer la noción de virtud a partir de la metafísica tomista del esse. Por eso nuestra reflexión partirá de los textos mismos del Aquinate. Aunque un estudio histórico crítico de las fuentes y de la evolución de los conceptos de virtud y de virtus essendi en santo Tomás seguramente ayudaría a tener una perspectiva más amplia, nos excusamos de tomar esta vía aquí pues ello exigiría un desarrollo mayor del que podemos realizar en esta sede.