Friedrich Schiller y la Revolución Francesa

Si hay un acontecimiento que resuma y a la vez sea símbolo político inequívoco de la Modernidad, éste es sin duda alguna la Revolución Francesa de 1789. A penas hay un pensador europeo que desde esta fecha no se haya enfrentado a ella, ya sea para elogiarla, ya sea para criticarla. Ella introduce un antes y un después en la historia social, cultural, religiosa y política de Europa. De ello se percataron en su momento todos sus contemporáneos. Por lo que se refiere a Alemania, la respuesta de casi toda la intelectualidad fue de alegría y de entusiasmo. La tiranía de la época, pensaban esos ingenuos defensores de la libertad, la igualdad y la fraternidad, por fin era derrocada y el hombre podía desarrollar libremente sus capacidades. La mayoría de edad había llegado – así pensaron un Kant, un Fichte, un Hegel o un Hölderlin. «Yo sólo veo a uno – decimos con Nietzsche – que la percibió [la Revolución Francesa] como tiene que ser percibida, con asco – Goethe… ».

Ser y unidad: fundamentos del amor en Santo Tomás de Aquino

Ya es bastante conocido dentro del ámbito del pensamiento filosófico y teológico el llamado ‘problema del amor’, que se resume en la siguiente pregunta: ¿es realmente posible para la persona creada un amor verdaderamente desinteresado? La cuestión fue muy discutida durante la primera mitad del siglo veinte, sobre todo en los círculos del pensamiento tomista, pero tal parece que el interés vino a decaer después de este período, para dejar paso a temas tales como el fundamento ontológico de la moral, la virtud y, ahora último, la ética de mínimos. Nosotros creemos que estos últimos problemas no pueden ser resueltos con plena claridad si no queda antes resuelto el ‘problema del amor’, puesto que entendemos que, en su raíz, la envergadura moral de una persona depende del orden y de la fuerza de su amor, y que los principios morales tienen su radical fundamento en el recto amor que les da sentido e impulso.

El valor de la contemplación amorosa en la vida personal

Una de las definiciones más conocidas de persona, es la de Boecio. Para el llamado «último romano»: la persona es «Substancia individual de naturaleza racional». Santo Tomás la asumió para expresar que la persona denota el ser propio personal. Considera que en esta definición clásica está implícita su tesis propia, que: «El ser pertenece a la misma constitución de la persona».

Los Karamazov discuten. Dios y el mal en Dostoievski

«La novelas de Dostoievski son pura filosofía», declaraba decididamente Luigi Pareyson (1918-1991), un pensador italiano todavía poco conocido todavía en nuestro país. Nos acercaremos ahora a su pensamiento sobre Dostoievski, quien resulta ser un autor especialmente congenial a este filósofo, de un modo particular en los últimos años de su vida. No olvidemos que definía a Dostoievski como «maestro y compañero de toda la vida», y Xavier Tilliette considera estas páginas dostoievskianas como las mejores de Pareyson, al menos en cuanto al estilo. Podremos también apreciar aquí un cambio que se manifestará de forma más evidente en sus últimos escritos sobre la libertad: las frases se acortan y las ideas se condensan más en estas páginas sobre el
escritor ruso. Además, en estos ensayos sobre el escritor ruso se concentra todo el pensamiento de nuestro autor: arte y filosofía, ética y religión, existencialismo y hermenéutica, «personalismo ontológico» y «ontología de la libertad». Acerqué mo nos, pues, a la interpretación que nuestro autor hace de la obra dostoievskiana.

Providencia y logos: la providencia como problema filosófico

Antes que los jonios los poemas de Homero y Hesiodo dieron explicaciones cosmológicas de carácter mítico. El universo se presentaba como una gran construcción o ciudad habitada por hombres y dioses y gobernada por estos últimos. Si Homero trata de destacar la falta de unidad en la historia, regida por el capricho de Zeus y los dioses, Hesiodo, bajo influencias orientales, difunde la idea de la existencia de una tendencia o impulso que dirige en un sentido determinado el desarrollo histórico; en su Teogonía expone, además, el marco cosmológico dentro del cual desarrollarán su explicación filosófica los cosmólogos milesios desde una perspectiva teorética. Ante el orden admirable del universo llegan al convencimiento de que debe haber una razón universal del cosmos, se preguntaban no solo por el principio o arché del mundo sino por su sentido y finalidad.

Mitos del Gran tiempo en San Agustín

Este análisis del tiempo en san Agustín es sólo un capítulo de un estudio más amplio sobre los mitos del Gran Tiempo en distintas tradiciones culturales como la griega, la bantú o la hindú. Se llaman aquí mitos del Gran Tiempo a aquellas creencias, generalmente vividas de forma inconsciente, sobre el transcurrir del tiempo global del cosmos como totalidad y de la vida de cada ser humano. Y es que el hombre que piensa necesita encontrar un sentido para la existencia y sus aconteceres. Para ello crea esos mitos de un tiempo global que abarca todas las existencias y todos los acontecimientos. En él todos adquieren una determinada razón de ser. Son mitos que buscan una determinada justificación transhistórica a todo cuanto acontece en la historia.

¿Parte el argumento ontológico de un concepto meramente subjetivo o del conocimiento de una esencia objetiva y transcendente?

El argumento ontológico de la existencia de Dios, propuesto por vez primera hace ya más de nueve siglos por Anselmo de Canterbury, es, sin duda, una de las piezas más significativas y de más hondo calado del pensar metafísico. En efecto, este célebre argumento, comentado y discutido por los pensadores más brillantes y destacados de la historia de la Filosofía, toca de lleno el nervio central de la Metafísica. En su aceptación o su rechazo se halla comprometida la Metafísica entera. Los problemas más profundos y decisivos de ésta laten con fuerza en su defensa y crítica. Por ello, pronunciarse acerca de la validez del argumento ontológico es pronunciarse acerca de los problemas nucleares de la Ciencia del ser.

Número 129

Año 53 | 2004 Artículos ¿Parte el argumento ontológico de un concepto meramente subjetivo o del conocimiento de una esencia objetiva y transcendente? Ismael Martínez Liébana Amor, sufrimiento y alegría. Dios en el “Diario” de Kierkegaard Joan Pegueroles...